No hay mujeres frígidas...
Tan pronto como se percataba de que alguien pronunciaría la frase que titula este artículo se apresuraba a concluirla, no sin antes entornar los ojos hacia arriba y a la izquierda, asintiendo con gravedad y expresando solemnemente: ...sino malos amantes.
A continuación el auditorio aprobaba la sabiduría de la vieja solterona
A pesar de la abrumadora aceptación del dicho, a mí siempre me ha parecido que en el fondo reside una sentencia de conformismo. Quizás por parecer una frase emancipadora o liberadora ha persistido tanto. No obstante, en ella se respira más que un aire de verdad absoluta, un desgano, una apatía, una terrible pereza...
Aceptar sin chistar
Cuando se examina con calma y detenimiento esa afirmación, se palpa que la mujer es descrita como un ser pasivo, dependiente, sin imaginación y, por lo tanto, incapaz de conocer su cuerpo o acceder al placer sin la guía de un varón.
Aceptar a pie juntillas todo lo que digan, sobre todo las personas mayores que una, es considerado signo de respeto. El meollo de nuestra educación fue aceptar sin chistar; obedecer de inmediato y, por supuesto, en automático. En lo más hondo de nosotras quedó grabado "los mayores siempre tienen la razón".
Piénsalo. El dicho en cuestión aparentemente nos exime de toda responsabilidad en el encuentro sexual, y deposita el éxito o el fracaso del mismo en el varón, lo cual no es nada halagador para nosotras en tanto personas independientes e inteligentes.
Si ya no deseas ser de esas mujeres que van por la vida enarbolando la susodicha sentencia, arriésgate a cambiar. Aunque en primera instancia es lo que más se antoja, vale la pena meditarlo antes de lanzarse, como quien dice, a la guerra sin fusil.
La imposición de ser bella
Por una parte, el cuerpo femenino es descrito como muy atractivo, y por otra capaz de despertar "las más bajas pasiones". Desde tiempos inmemoriales existe una exigencia para que las mujeres tengan un cuerpo bien cuidado, sin duda para llamar la atención de los varones; dietas y afeites tienen miles de años de antigüedad. Nosotras mismas decimos: se vale todo con tal de lucir hermosa y deseable. Las clínicas y hospitales están llenos de mujeres que se han sometido a los más variados tormentos y riesgos de salud con tal de lucir "como ellos quieren".
Lo terrible de tantos sacrificios es que la gran mayoría de las veces son para agradar a otros. Son jueces masculinos quienes determinan si una cabe en los cánones de belleza y deseabilidad, independientemente de nuestras muchas o pocas virtudes humanas.
Esa imagen, ese cuerpo, esa figura, esa muñeca, tienen como fin brindarle placer al hombre, y también servir para su lucimiento, al traer a su lado semejante beldad. Nada se menciona del placer al que ella pueda acceder. Es más, con frecuencia se le juzga innecesario; lo que importa es que él esté bien y se sienta a gusto.
Telarañas represivas
De la misma forma que se insiste en que seas la más bella, también se te exige inocencia... o mejor dicho, que sepas NADA sobre sexualidad. Por increíble que parezca, entre menos enteradas estén las mujeres sobre cuestiones eróticas, mayor valor tendrán en el mercado de las casaderas. Luego de vivir la negación del placer o de considerarlo algo indeseable durante los primeros años de vida, la oleada hormonal de la pubertad provoca una conflictiva combinación de sensaciones y emociones. Es facilísimo, entonces, sentirse viviendo en una gigantesca contradicción.
Así, las mujeres intentarán no responder a lo que su cuerpo demanda, pues todo aquello que sus manos infantiles exploraron, ahora se transformó en un territorio que al menor contacto produce extrañas y temidas sensaciones.
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