viernes, 9 de octubre de 2009

La revista Literary

La revista Literary Review tuvo hace un tiempo la ocurrente idea de crear el Bad Sex Award, un premio literario que distingue a la peor escena de sexo escrita en una novela. Muchos autores de fuste se llevaron el galardón, como Norman Mailer o Tom Wolfe, como comenté en un post anterior.

En narrativa como en la cama, hay de todo: buenas y malas experiencias. Ahora bien: en su blog sobre libros del diario británico The Guardian, al periodista Lee Rourke parece que se le fue un poco la mano.

Palabras más, palabras menos, afirma Rourke: "El sexo no pertenece al papel, al menos no la clase de sexo que leemos el las ficciones de la literatura contemporánea... Cuando los novelistas tratan de hacer literatura con sus escenas de sexo (...) fracasan miserablemente. La aproximación literaria para escribir una escena de sexo decente y creíble es la cosa más embarazosa que pueda verse en la literatura contemporánea actual".

Rourke sostiene su teoría en dos novelas: Las partículas elementales de Michel Houellebecq y On Chesil Beach de Ian McEwan, y reproduce algunos párrafos a los que considera sexualemnte "mecánicos, primitivos, monótonos".

Como era de espearse, los comentarios llovieron a cántaros sobre su blog. Muchos coinciden con la frgidiez de las escenas narradas por Houellebecq y McEwan, pero de ahí a generalizar que "cuando los escritores tratan de convertir al sexo en algo literario -algo que nunca puede ocurrir- empiezan a perder completamente el foco". Un disparate.

Que tire la primera piedra quien no se haya entibiado un poco con el reencuentro postergado de los amantes en Al sur de la frontera, al este del sol de Haruki Murakami, con el intercambio de fluidos de tono fantástico entre un humano y una carasapo en La piel fría de Albert Sánchez-Piñol, con los inquietantes entuentros de American Psycho de Bret Easton Ellis, y siguen las firmas que han sabido poner en alza al lector.

Y eso para hablar de los contemporáneos. En Lolita de Nabokov, Trópico de Cáncer de Henry Miller o La exhibición de atrocidades de J. G. Ballard, hay cantidades de páginas para entrar en ebullición.

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